No hay de qué preocuparse

Mucha gente considera que traducir consiste en leerse un texto y reescribir su contenido en la lengua a la que se desea trasladar el contenido del mismo. Algunos se atreven a augurar que las máquinas sustituirán en un corto período de tiempo a los traductores de carne y hueso. Otros simplemente afirman que el traductor automático de Google es capaz de hacer todo el trabajo con tan solo un clic y encima sin cobrar.
Todas estas soberbias y arrogantes especulaciones no provienen evidentemente de ningún traductor, al menos que yo conozca, sino de la gente que se atreve a aventurarse más de la cuenta en contextos que desconoce. Hablar es extremadamente sencillo y afirmar con rotundidad que una profesión tan importante para la sociedad como la nuestra carece de sentido, puede provocar unas ganas terribles por colmar de insultos a nuestro interlocutor. Sin embargo, intentaré resumir algunos de los motivos por los que nuestra profesión nunca podría realizarla una máquina.

Una de las principales y más importante de las razones es la naturalidad. Por mucho que una máquina pueda llegar a traducir un texto de forma gramaticalmente correcta, nunca podrá despegarse lo suficiente del texto original, ya que no dispone de la capacidad de reflexión.

Por otro lado, podemos encontrar otro dilema en el ámbito de los textos especializados en un campo concreto. El problema reside en que el lenguaje especializado tiene unas dimensiones muy vastas por lo que ningún traductor automático podría recoger toda la terminología: es sencillamente imposible.

Una razón más es el contexto cultural y en la que se puede incurrir en mayor número de errores. Esta situación me llamó la atención en particular debido a una viñeta cómica que leí hace no mucho y que la gente no llegaba a comprender ya que no estaba adaptada a nuestra cultura.

traducción, problemas culturalesLa imagen a primera vista no plantea mucha dificultad, sobre todo al carecer de texto, pero el problema llega cuando el gato le entrega una cartilla con nueve huecos al que suponemos es San Pedro, el guardián de las puertas del Cielo. Esta situación pierde toda su gracia en nuestra sociedad ya que los gatos, según nuestra cultura tienen siete vidas y no nueve, y es por ello que de no saber que esta característica pertenece a la cultura anglófona, jamás le encontraremos el sentido a la viñeta y, por lo tanto, perderemos uno de los fundamentos principales de la traducción: la comunicación.

Por supuesto, estos no son todos los motivos por los que esta profesión dista mucho de ser suplantable, ni siquiera a largo plazo, pero he querido recalcar tan solo algunos de los aspectos más importantes, además de destacar que no basta con leer detenidamente el texto a traducir para poder adaptarlo correctamente, sino que se requiere de un período de documentación para adquirir las competencias necesarias y poder así, realizar una traducción profesional.

Echad un vistazo a esta aplicación de la BBC que muestra las probabilidades de que una profesión sea suplantada por robots en el futuro, muy curiosa y, como veis, no parece que vayamos a desaparecer en un corto periodo de tiempo.
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