Además, diversos estudios han probado que la música afecta directamente a nuestro cerebro, tanto para animarnos como para calmarnos o hacer que nos concentremos. Entonces, ¿la música tiene consecuencias beneficiosas para nuestra salud? La respuesta es un sí rotundo, como se afirma en un artículo de la CNN (haz clic aquí).
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Foto extraída de la cadena CNN (Cable News Network): http://edition.cnn.com/2013/04/15/health/brain-music-research/ |
Por estos motivos probé muchos estilos para averiguar cuál me ayudaría más a concentrarme. Empecé con música que escucho a diario, pero no funcionaba ya que era muy rítmica o conocía la letra y me distraía. Decidí probar con música clásica, y fue entonces donde encontré el equilibrio en su justa medida. La clave está, en mi opinión, en escuchar algo que dure suficiente tiempo como para no tener que estar cambiando constantemente (si no dispones de una lista o de un reproductor), pero que no sea tan pausado como para dormirte. Fue así como decidí escuchar música clásica mientras traducía.
Aquí os dejo con Antonín Dvořák:
Por cierto, para esas duras mañanas de sueño he cambiado recientemente de estrategia y suelo escuchar música electrónica para despertarme. ¡Eso y un café hacen el resto!